miércoles, 24 de noviembre de 2010

Semiótica del discurso descriptivo

Capítulo 1: Semiótica del discurso descriptivo

1.1. Una definición de discurso

El concepto de discurso ha recibido acepciones diversas, pero en todas estas subyace un denominador común: el discurso siempre alude a la puesta en funcionamiento de un sistema de significación y a la intervención del sujeto.

El discurso ocupa un lugar intermedio entre el concepto de lengua y el de habla. Entre estos extremos puede ubicarse una zona intermedia, un lugar de tránsito que posee sus propias regularidades, estrategias y dimensiones.
El nivel discursivo se constituye con los tipos de rasgos: pertenecientes a los sistemas lingüísticos y los provenientes de los distintos tipos discursivos que el habla va configurando. Los primeros constituyen “el fundamento lingüístico de la subjetividad.

El concepto de discurso designa un nivel de análisis de los textos que permite contemplarlos como un espacio de puesta en funcionamiento de un sistema de significación.

Para el análisis del discurso es necesario distinguir dos niveles: el nivel del enunciado que atiende a lo informado, y el de la enunciación que remite al proceso por el cual lo dicho es atribuible a un yo que apela a un tú.

Hablar de discurso descriptivo implica dar cuenta de la configuración especial de unos principios de organización y estrategias que nos permiten reconocer la presencia de lo descriptivo en los textos.

1.2. Alcances del concepto de descripción

Una primera aproximación a la descripción puede realizarse a partir de la comparación con otros de los modos de organizar la materia verbal: la narración.
La narración modela el material verbal y pone en la cima una interacción entre narrador y narratario. La descripción dispone el material verbal e instala en el discurso la presencia de un descriptor y un descriptario.

En el capítulo del libro hablan de literatura, de Dorra, se toma como punto de partida la consideración de dos modalidades básicas: la asociación de entidades sucesivas y simultáneas.
Es evidente que el autor quiere señalar que no debe traducirse esta oposición entre lo sucesivo y lo simultáneo mediante la pareja de opuestos dinámicos entre lo estático.

La oposición entre ambas formas de representación no pasa por la presencia / ausencia de temporalidad, sino por un tratamiento diverso de las mismas.
En este tiempo suspendido y profundizado los objetos comparten su temporalidad aunque el discurso deba ordenarlos sucesivamente.

El objeto descrito se presenta como no organizado alrededor de una sucesión temporal y/o causal y/o como no remitiendo a la transformación.
Al caracterizar la temporalidad narrativa como relación sucesiva de acontecimientos se atiende al modo de presencia del tiempo en el nivel del enunciado. La sucesividad señalada afecta a la necesaria disposición en serie de eventos que no pueden percibirse en algún tipo de relación lógica.

En el nivel de la enunciación narrativa, el sujeto enunciante inaugura el tiempo presente y se mantiene en un presente continuo, es decir, existe un prolongado y renovado presente.
También hay que considerar que hay una progresión de otra naturaleza.

El encadenamiento de sucesos en el enunciado narrativo repercute como aumento de saber en el nivel de la enunciación narrativa. El transcurso, el devenir temporal es lo propio del enunciado narrativo, pero en el nivel de la enunciación narrativa, el progreso, el avance, no es temporal. En el caso de la descripción, la temporalidad se presenta bajo la forma de la simultaneidad.

Para poder precisar cómo y en qué niveles interviene la simultaneidad temporal debemos analizar la definición de evidentia. Evidentia: descripción viva y detallada de un objeto mediante la enumeración de sus particularidades sensibles (reales o inventadas por la fantasía. La simultaneidad de los detalles, que es la que condiciona el carácter estático del objeto en su conjunto, es la vivencia de la simultaneidad del testigo ocular; el orador se compenetra a sí mismo y hace que se compenetre el público con la situación del testigo presencial.

Hay una explicación acerca de la forma de operación de la simultaneidad en los dos niveles del discurso descriptivo: en el enunciado y en la enunciación.
Se menciona la “simultaneidad de los detalles” y más adelante se hace referencia a la “simultaneidad del testigo ocular”.

En el nivel del enunciado, la organización descriptiva de la materia verbal articula las particularidades sensibles de objetos o procesos sobre el eje de su presencia simultánea.
En el nivel de la enunciación, se infiere la presencia de un testigo (el observador), el cual dispone los detalles en simultaneidad con el recorrido que realiza sobre los mismos.
En el caso de la descripción, el descriptor delega en un observador la facultad de realizar un recorrido del objeto por obra del cual puede situarse en un tiempo concomitante con aquello que percibe.

En este pasaje, evocación de un recuerdo de infancia, podemos apreciar claramente el predominio de los recursos descriptivos por medio de los cuales quien enuncia, la voz que sostiene el discurso, el yo implícito, renuncia a depositar su mirada de adulto sobre aquel acontecimiento (desde cuyo punto de vista el hecho tiene escasa significación: la espera del momento en que la tía ofrecería los dulces a los niños) y delega, la mirada y los afectos, en un actor colectivo (que aparece en el enunciado como “nosotros los pequeños”) del cual se desgaja un yo, el niño de entonces. Aquí se trata de describir el dilatado tiempo de la espera alojado en el espíritu infantil, a la manera como la imaginación de aquel niño representaba, mediante una figura especial y concreta (la construcción del puente), el transcurso del tiempo. Digamos que el yo adulto, quien describe esto es, quien desempeña el papel de descriptor, presta su voz para que el yo infantil descubra, ante el destinatario de esta descripción, su vivencia del acontecimiento como un suceso con visos mágicos y extraordinarios.

Es precisamente este procedimiento, por el cual la voz al delegar en otro la mirada y los afectos produce una disociación entre la voz y la percepción, instalando en el discurso otra significación. Los juegos de sustituciones que vuelven palpable la espera son diversos: los dulces, mediante su omisión, quedan a gran distancia del centro de percepción. Asimismo, para aludir al juego de los niños, se realiza una traslación que desdibuja la acción como acto realizado por alguien intencionalmente, para realzar el carácter mecánico que adquiría aquella actividad.

La perspectiva afectiva del texto está también marcada por la aspectualización de la acción. Hay en los textos una simultaneidad en el nivel del enunciado, entre los objetos descritos, los cuales se presentan en coexistencia y una simultaneidad en el nivel de la enunciación, entre lo percibido y quien percibe, esto es, quien se instala en concomitancia con lo observado y despliega su mirada.

En la narración, el enunciador se mantiene en un presente continuo mientras que en la descripción el enunciador convoca la figura de un observador que se desplaza colocándose en simultaneidad con lo percibido. Quien percibe, el sujeto que recorre el objeto, no sólo deposita su mirada y sus apreciaciones sobre lo observado sino que también es afectado, tocado por las sensaciones que lo alcanzan.

La descripción no sólo se halla en textos literarios sino que también la encontramos en los más diversos tipos de textos: científicos, de divulgación, informativos, crónicas, enciclopedias, guías, diccionarios, etc. Además, todos los objetos del mundo, real o ficcional, perceptibles o imaginables, concretos o abstractos, estáticos o dinámicos, pueden ser objeto de una actividad descriptiva.

1.3. Las dimensiones del discurso

Las observaciones precedentes implican que podemos distinguir en el discurso dimensiones diversas. Hay discursos que ponen en escena a sujetos, objetos y haceres de orden pragmático, hay también discursos cuyos sujetos, objetos y haceres se articulan sobre otras dimensiones como la dimensión cognoscitiva y la dimensión tímica o pasional.
En el nivel del enunciado, estas tres dimensiones comprenderían las tres grandes esferas de actuación posible del sujeto.

En el nivel de la enunciación, las tres dimensiones recubrirían los siguientes aspectos: la dimensión pragmática de la enunciación comprendería la realización material del enunciado, la dimensión cognoscitiva de la enunciación atendería a la constitución y transmisión del saber, esto es, las perspectivas que orientan el enunciado y la dimensión tímica de la enunciación comprendería las atracciones y repulsiones, la euforia o la disforia del sujeto pasional.

La amalgama, en este segmento, de lo narrativo y lo descriptivo no impide reconocer un primer momento con predominio de lo narrativo, en el cual se acumulan acciones sucesivas (nadar, leer, irse, extender el mantel, comer, charlar, reírse... dejar de hablar) seguido de un marcado cambio en el tratamiento de las acciones pues no se dejan de mencionar acciones que se anuncia mediante la alteración del tiempo verbal y la referencia explícita al acto enunciativo ("Si presto atención, si escucho, si trato de escuchar”) en el cual predomina lo descriptivo, para cerrar con un tercer momento con dominante narrativa que se preanuncia con la referencia en pretérito indefinido al intercambio de miradas (“empezó lo de las miradas”) y se retoma después de la descripción de las miradas con la alusión al regreso de la expedición por la isla.

Es posible reconocer un cambio de ritmo, una desaceleración en ese ritmo ya lento del momento narrativo precedente. La irrupción del tiempo presente instala en el enunciado un observador centrado en la percepción auditiva del entorno.

El fragmento descriptivo se inicia mediante una frase que representa la enunciación enunciada: “Si presto atención, si escucho, si trato de escuchar...”.
Para que las acciones puedan volverse objeto del recorrido de un observador es necesario que se presenten bajo otro aspecto, que haya un cambio de aspecto que convierta lo puntual en alguna de las formas de la duración.

Los verbos que refieren las acciones evocadas en este segmento son de aspecto durativo. El predominio del pretérito imperfecto y del gerundio producen el efecto de un acercamiento de la mirada que expande la acción y la presenta en el curso de su desarrollo, ya sea éste discontinuo o continuo.
El tránsito de la preponderancia de lo narrativo a lo descriptivo, de la sucesividad a la simultaneidad, implica un cambio de ritmo y la instalación de algún punto de vista.

El personaje que evoca, mediante la enunciación enunciada, y asume los papeles de descriptor y observador se esfuerza por neutralizar el efecto del recuerdo sobre su estado de ánimo presente, distante y diverso de aquel estado objeto del recuerdo.
...”. Es en este desdoblamiento del sujeto de la evocación donde se aprecia que el discurso se vuelca sobre la pasión rememorada y es el sujeto pasional.

En el nivel de la enunciación enunciada, es posible apreciar el juego de las tres dimensiones enunciativas: en la dimensión pragmática, el descriptor despliega el modelo del paisaje bucólico con sus rasgos característicos.
Esta voz pasa rápidamente sobre las acciones de los personajes (fondo narrativo del fragmento) para detenerse sobre las otras dimensiones, la cognoscitiva y, fundamentalmente, la pasional.

La presencia de la descripción obedece a un giro enunciativo por el cual la voz del enunciador modela la materia verbal desplegando el sustrato perceptivo de las dimensiones cognoscitiva y/o pasional. El predominio de lo descriptivo se evidencia por el lugar privilegiado que asume el observador.

La consideración de tres dimensiones diversas en el discurso se sustenta en los tres grandes modos mediante los cuales el sujeto organiza su experiencia para construir el discurso: la acción, la cognición y la pasión.
Hablar de tres racionalidades no implica considerar que pudieran operar separadamente: sólo son tres puntos de vista sobre lo mismo, la forma de organizar la experiencia, que es siempre compleja y hace intervenir diversas lógicas simultáneamente. Con todo, el discurso, en sus realizaciones concretas, puede enfatizar alguna de ellas y dejar en un segundo plano a las otras.

La presencia del discurso descriptivo emerge a la superficie y se hace más perceptible, no por efecto de ciertos rasgos de carácter lingüístico o por el tipo de referente, sino por efecto de un cambio en la posición del enunciador, el cual, para dar lugar al despliegue de una descripción.